Con María a Jerusalén

Concebimos la vida
como un itinerario
que empieza
en Belén
y acaba
en Jerusalén.
Recorrido
que hizo Jesús
siempre
acompañado
de su Madre María.
Desde la gruta,
donde
cantan los ángeles,
hasta la cruz
donde llora Dios.
Como Él, todos nosotros debemos hacer este camino,y qué mejor modo sino asidos de la mano de la que nos dio por Madre Jesús.




Conozcamos a Quien nos lleva de la mano
P
ara los hebreos el nombre no era un simple apelativo, estaba íntimamente ligado a la persona, por ello usaban nombres que describiesen la personalidad, el carácter, por ello la expresión: "su nombre será tal", designaba la misión o el carácter especial del niño. Así tal como fue su vida lo era el significado del nombre dado a María por sus padres Joaquín y Ana: "la elegida, la amada de Dios, la excelsa.." Nombre ya conocido en el Tanaj. Estaba escrito como Miryām, y la versión de los Setenta lo menciona como Mariám (Mαριαμ).

Normalmente un santo respeto envolvía este nombre, como el de Moies y Elías, así
María no se usaba jamás como nombre común, pero la actitud cambió a través del tiempo y fue puesto como señal de esperanza con la era mesiánica.

La historia de la Virgen no tiene sentido fuera de Jesucristo. Ella es la que aparece siempre ligada a la vida de su Hijo. Ya Lo vemos por primera vez al escribirse el evangelio de san Marcos. En el evangelio según san Mateo se la menciona en la narración de la concepción milagrosa de Jesús, de su nacimiento y huida a Egipto. Aquí el evangelista dice que Ella es de quien habló el profeta Isaías al decir: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Enmanuel: "Dios con nosotros". En la cruz, Jesús entrega a su Madre como madre a Juan, y Juan es entregado a María como hijo. A partir de la cruz como hijos caminanos de su mano, porque para Ella siempre somos niños que necesitan de su cuidado maternal.

La teología católica y ortodoxa destaca, a raíz del milagro de Caná, la eficacia de la intercesión de la Madre ante el Hijo; y en la entrega al pie de la cruz, su proclamación simbólica como Madre de la Iglesia, es decir, de todos los cristianos figurados en la persona de Juan.

Ella es la peregrina junto a su Hijo, y a su lado caminamos en el sendero de la vida. Como acompañó al Hijo desde Belén a Jerusalén, así quiere también acompañarnos a nosotros., porque todos en Cristo nacimos en Belén y todos en Cristo subimos a la cruz.

Caminamos a Jerusalén porque Ella nos precedió en el camino hasta llegar a la misma experiencia Pascual de su Hijo, una kenosis que se inició en Belén y que llegó a un abajamiento total al pie de la cruz. En el corazón de María hay una fe obediente, de discípula, que va profundizando en el camino y que llega a comprenderlo plenamente cuando está al pié de la cruz. El discípulo no es engañado en el camino, Jesús le invita a seguirle identificando el seguimiento a su misma suerte: la Pascua. Caminemos unidos a María, a la Madre buena, Ella predestinada y anunciada desde todos los tiempos, quiere completar su misión llevándonos de la mano hasta el Gólgota de nuestra vida. Vayamos a Jerusalén, porque esa es la meta a la que todos hemos de llegar, y Dios nos ha dado el don de poder recorrer el camino asido a Ella.

De su mano todo nos es más fácil, y aunque no desaparezca el sufrimiento éste será más suave, porque tendrá la dulzura de la Madre, que nos cuida como cuidó a su Hijo desde Belén a Jerusalén. Corramos, pues, con María a Jerusalén, que allí nos espera el Señor en su Monte Santo.

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Ave María

Ave María
Quienes sufren vienen a ti, a ti que tanto has sufrido.
Tú comprendes sus miserias y las compartes.
María, nuestro aliento.
Ave María
Ave María
Quienes lloran son tus hijos, tú que entregaste el tuyo
para lavar a la humanidad de sus impurezas.
María, la pura.
Ave María
Ave María
Quienes dudan están en la oscuridad.
María aclara sus caminos y tómales de la mano.
Ave María.
Ave María, Ave María
Amén

Canción de Charles Aznavour, cantante franco- armenio

LOS SANTOS CON MARIA

María, cómo pensar tu sábado santo sino dentro del silencio perfecto. Una vez la tumba cerrada, san Juan te condujo hacia la casa en Jerusalén. Eso ocurrió probablemente en silencio. El respeto ante tu sufrimiento los dejó mudos a todos. Tú les hiciste comprender que deseabas estar sola.Estar sola era el único consuelo; pues necesitabas que las lágrimas encontraran su cauce. ¿Si el Señor había llorado la muerte de Lázaro, no debías tú también llorar después de todo lo que había ocurrido? Su vida entera que era Tu vida la viste desfilar una vez más frente a tu alma, todas las alusiones al sufrimiento, todos los pasajes de las profecías y junto a ellas el anuncio de la Resurrección.
Santa Teresa Benita de La Cruz, (Edith Stein)El secreto de la Cruz